domingo, 24 de junio de 2018

El anodino Meade

Fuente: internet


El problema con la candidatura de Meade es que él es el 20% de ese problema, y el restante 80% lo es el partido que lo postula. El PRI, esa maquinaria pesada, ese Torton contaminante, ese dinosaurio caduco.

Me concentrare en hablar del señor Meade. Mejor no lo pudo haber definido el Dr. Ernesto Lammoglia [Link], Meade es un anodino, un burócrata de manos suaves, un tipo sin chiste y si con mucha suerte, conocedor de cifras y estadísticas del banco mundial y del fondo monetario internacional (quién sabe cuánto lea y le importen los reportes de la CEPAL o de OXFAM), es una especie de monja disciplinaria que se reza de ‘pe’ a ‘pa’ el anacrónico manual de los viles tecnócratas, remanente de esa clase proveniente de tiempos de Carlos Salinas, los preparados en Harvard y Yale. Seguramente fan de Douglass North y la teoría de la evolución de las instituciones y las organizaciones.

De Meade ha habido también una serie de editoriales, de varios columnistas, con las que he coincido en más de una ocasión. Dada su temperatura de tibio (la de la personalidad de Meade), no le culpamos de la derrota del PRI (en un tercer lugar de acuerdo con la más reciente encuesta de Consulta Mitofsky del día domingo 24 de junio de 2018), yo he llegado a pensar que él fue inclusive víctima de un engaño monumental de las triquiñuelas de Videgaray y de Nuño, artífices de su candidatura.

En elecciones presidenciales, donde las emociones afloran y donde las masas y hasta la comentocracia quiere ver sangre, puedes ser todo menos un tibio. En éste sentido Anaya es más echado para adelante y suma votos. Un candidato presidencial debe ser aguerrido, debe traer tras de si un movimiento, debe ser un movilizador de masas, debe mover sentimientos y emociones, debe ser un luchador social. Los líderes se hacen en la calle no el escritorio de finas maderas y acolchonadas sillas con rueditas.

Meade fue engañado, le vendieron un proyecto de candidatura exitosa. Lo extraño es que siendo él especialista en modelos econométricos no le haya calculado bien. Será tercer lugar, será equiparado a Madrazo. Vaya forma de rallonear con crayolas gruesas su Currículum Vitae inmaculado hasta el momento con quién sabe cuántas titularidades de secretarias de Estado.

Lo suyo son los buenos tratos y las buenas maneras, la sonrisa burócrata. Es un buen hombre al final, no lo dudamos, buen padre, buen esposo, buen hijo. Se pasa de listo cuando habla de las instituciones para justificar los episodios de corrupción, se pasa de listo cuando cita cifras de bonanza no contrastadas con la realidad. Quizás la fotografía reciente más emblemática de Meade es una en la que se ve caminando apresuradamente y a un lado de él un mendigo, un hombre de la calle, un desafortunado.

Me sorprende más quién haya que lo admire, a él, a Meade, al tecnócrata candidato presidencial. Me sorprende más que vayan a votar por él.

Recientemente me entere que presento su libro, ese del que no supo su nombre cuando le preguntaron en televisión. Ya luego salió y dijo que se llamaba El México que merecemos. Recientemente me entere que lo presentaron en Pachuca, y como exclamaría el periodista Javier Risco, que “perro oso”.

Dado que no estoy dispuesto a comprar su libro, por lo menos revise sus primeras páginas en la versión de Google Play Libros, y lo primero que dice, sólo por tomar el primer párrafo da para mucho y da para todo:
  • México necesita cambiar [de acuerdo]. Lo que se ha construido es inmenso y transformador, pero claramente insuficiente [de acuerdo]. Las reformas en materia de comercio, energía, comunicaciones, justicia y educación son extraordinariamente promisorias [coincido con la de energía] y, en el largo plazo, abrirán posibilidades de desarrollo para todos los mexicanos, igual para los del sur que para los del centro y el norte. Sin embargo, al día de hoy no ha habido un proyecto integrador que sume las enormes capacidades de los mexicanos con las reformas que se han llevado a cabo [¿y que paso con el pacto por México?] ni se han sorteado los obstáculos que el viejo [¿el PRI?] sistema político ha impuesto a las propias reformas y al país. Ha faltado visión [de acuerdo o quizás un estilo de gobernar diferente, uno donde las prioridades sean otras cosas], pero, sobre todo, un liderazgo [¿y Peña Nieto?] que entienda las oportunidades, las posibilidades y las carencias para emprender los cambios en el mundo político que permitan cerrar el círculo e igualar la cancha para que todos los mexicanos tengamos la misma oportunidad de progresar y prosperar, y que esté dispuesto a asumir el reto y comenzar la transformación [¿cómo Andrés y su cuarta transformación?] integral del país.

 Es claramente un libro mercadotécnico, como el de Anaya, como el de Barrales, como el de Moreno Valle, y sí, como el de López Obrador. Pero una de dos, o lo que Meade dice en su libro es una cachetada con guante blanco a la inteligencia como la mía, o es una apuesta por olvidar la historia, la historia de corrupción del partido al que él dijo equivocadamente “háganme suyo”. O es un poco de todo y más.

En fin, por donde quiera que se le vea, columnistas en recientes días, ya cercanos a la fecha de las votaciones de 2018, comentan y se dan vuelo respecto a una crisis monumental del PRI, Aún tiene el control del aparato del Estado, pero ya se van, ¿qué va a pasar con éste partido?, es muy temprano para anticipar comentarios serios. ¿Qué va a pasar con Meade?, nada, regresará a su vida de comodín con Juana, la esposa de José Antonio, poco le habrá importado haber sido candidato.

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