En
recientes días acudimos a un congreso de Arquitectos y Urbanistas,
organizado por la BUAP en la ciudad de Puebla, llamado
“Espacialidades, Territorialidades y Movilidades”, esperando
escuchar temas de Geografía Urbana como espacio público,
imaginarios y en general la conformación de los nuevos espacios
urbanos. Y una de las exposiciones que llamo mi atención fue
“espacios culinarios como figura simbólica espacial” del ponente
Alejandro Cortés Patiño, en general el tema verso sobre las
características que le dan materialidad a esos espacios, desde la
producción, pasando por la preparación y aterrizando en el consumo
de los alimentos. Pero, adentrándose más en el tema, la propuesta
del expositor revela que éstos espacios son la expresión del campo
culinario y que dentro de ello, podemos encontrar un sin fin de temas
por abordar desde diferentes perspectivas, y que sólo por tomar uno,
el de la preparación de los alimentos puede dar mucho por escribir.
¿El mole que se prepara en Puebla es único?, ¿la idea de las
semitas surgió en Puebla?. Podemos hacer múltiples planteamientos a
la hora de hablar de comida, tanto que la conversación de una
convivencia puede irse en discutir ello. En resumen, la comida, su
preparación y el lugar donde se consumen, son tema de identidad,
patrimonio cultural y de comercialización, y en éste último
aspecto es donde quizás entra el tema de la denominación de origen,
que es tema a parte, porque ¿a qué corresponde una denominación de
origen, sólo a frutas y verduras, o también a alimentos ya
preparados?. El mole poblano, que los poblanos dicen que es el
original, puede ser preparado en una diversidad de sitios a lo largo
del país y seguramente en esos lugares, dirán que el original
corresponde a ese sitio, sólo que con otro nombre y con mínimas
variaciones de especias por ejemplo.
Es
un tema en definitiva que va de la mano con la identidad de los
pueblos. Si bien el mole poblano puede ser preparado en otros lugares
con otro nombre y en diferentes versiones, la realidad de las cosas
es que la historia y el lugar donde se disfrute de “x” o “y”
platillo le suma a esa
entrada una experiencia que
va más allá de la denominación de origen y que más bien
corresponde a una cuestión de identidad cultural, y
que más en concreto, hablando de establecimientos, algunos por su
historia y gastronomía conservada y
tradicionalista pueden
ofrecer una suerte de espacio culinario que viva y transcienda en el
imaginario de las personas de la localidad, de la ciudad y que
rememoren los visitantes, algo así como “te recomiendo ese lugar
por que ahí se come muy rico” o “cuando
terminen de comer, y se vayan... quiero que
recuerden éste lugar”
como mencionó el ponente, entonces ese espacio se vuelve simbólico,
es parte de un espacio físico que además se vuelve simbólico.
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¿Hasta qué punto se convierte en un distintivo turístico? Muchas veces cazadores de la fórmula secreta (en referencia a KFC) pueden llegar a quitarle todo el sentido a lo que representa el espacio culinario, por que no sólo se trata de una receta replicable sino de todo el contexto que realmente conlleva.
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