viernes, 22 de junio de 2018

El fiasco de Anaya


En recientes días he tenido la oportunidad de leer un par de editoriales que refieren a Ricardo Anaya como poco menos que un frío, calculador y despiadado político que se hizo “de forma estratégica” de la candidatura del Partido Acción Nacional (PAN) para contender en las presidenciales de 2018 en México. Y no puedo más que consentir.

Fuente: internet
El Dr. Ernesto Lammoglia [Link] define a Anaya como un figurín venido a más además de analizar algunos aspectos de su sociopatía, y Carlos Puig dice que Anaya es un tipo con suerte [Link]. Es un poco de todo yo diría.

El meteórico ascenso del chico maravilla no podría entenderse sin sus buenas relaciones y su prolijo trabajo. Creo que todos los editorialistas coinciden en la disciplina y en la eficiencia en el desempeño del trabajo de Anaya. Pero su candidatura presidencial fue todo menos que eficiente, fue eficaz en el momento de conseguirla, ahora que está frente a la derrota en un muy lejano segundo lugar respecto de López Obrador, las preguntas sobre ¿cómo se la cobrarán los resentimientos panistas?, ¿qué papel jugará Anaya post elección? Recuerdo un cartón en el que se ve a un Anaya sentado sobre las ruinas de un panismo, como si fueran moronas.

Éste blog va dirigido a todos menos a los simpatizantes, seguidores y fans de Anaya, porque ciertamente están obnubilados por el éxito de ese joven, porque ese público que cautivo cree que así debe ser el éxito, pasando por encima de cuanto débil se deje, arrebatando con estrategia y relegando a la ignominia a los adversarios (adversarios que van a regresar, como tormento en sueño de otoño). La imagen del pulcro Anaya, del preparadísimo Anaya, del tecnólogo, del señor de las App, el señor de las tecnologías de Santa Fe (como una vez publique en mi Facebook y creo que no causo gracia), es la viva imagen de un efímero momento de éxito, la falacia.

La ausencia de civismo en las escuelas (privadas o públicas), la ausencia de disciplina en el hogar y la vida de consumo en la que vivimos, provoca en la joven generación un uso incorrecto de los términos ambición y disciplina. Ni hablar de los mirreyes, esos son otra cosa, son el producto del abandono y del vacío. Anaya es como una veleta, a donde me lleven los buenos vientos, si hay mejores negocios allá, vamos para allá, si el Frente Amplio (PAN, PRD y MC) representa una oportunidad para justificar mis tropelías, adelante. Por cierto, el Frente siempre fue una vacilada, Anaya lo vendió como un éxito asegurado porque funciono en Alemania o quien sabe donde, y aquí en México se lo creyeron. Tiene más de Frente Amplio el movimiento que representa MORENA que lo que quiso fabricar Anaya con el PAN-PRD-MC. Los movimientos nacen, crecen y maduran, no se fabrican de la noche a la mañana para asegurar candidaturas presidenciales.

Los platos rotos tendrán que ser pagados por alguien en el PAN. Algunos editorialistas hablan de una necesaria refundación. Una cosa es lo que opinen los externos a ese partido, y otra los militantes. El PAN tiene que fortalecerse, México necesita de un partido como el PAN.

Pierde las elecciones porque nunca conecto con el grueso de la población. Su contexto fue una ciudadanía en la que el tema de la corrupción predomino pero que él no supo manejar, interpreto mal la realidad del país y por ello fracaso en ofrecer soluciones, y quizás su error más grave fue enfrentarse con el poder presidencial, y finalmente (esto lo intuyo) no saber escuchar. Justo ayer estaba viendo un programa en El Financiero TV una mesa de jóvenes representantes de los candidatos presidenciales, y no pude dejar de tuitear respecto a uno de ellos, del ITAM (no tengo nada en contra del ITAM por cierto) que no dejaba de apuntillar los comentarios de los otros invitados, éste joven exaltado, por momentos iracundo, me recordó a ese Anaya, a ese que a la fuerza quiere tener la razón, de ese que habla de teorías de las instituciones para justificarlo todo, de ese que no concede ninguna oportunidad. Escuchar y aprender.

Cimientos y bases es lo que forjan carácter. En eso no ayudan las App o las tablets. Principios y convicciones aminoran errores en la vida.

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